El año 1991 fue trascendental para nuestras dos instituciones y quizá, visto con la perspectiva actual, también supuso un punto de inflexión en la historia reciente de Bilbao. El 9 de mayo se cumplieron 31 años de la creación de la Asociación Bilbao Metrópoli 30; exactamente un mes antes, el entonces Director de la Fundación Guggenheim, Thomas Krens, había visitado Euskadi por primera vez y a mediados de diciembre se firmaba el acuerdo para la puesta en marcha del Museo Guggenheim Bilbao. La apuesta realizada en el marco de la reflexión estratégica propiciada por la Asociación para reforzar la centralidad cultural de Bilbao como uno de los ocho ámbitos de actuación prioritarios y críticos para su revitalización fue, sin duda, un respaldo crucial en aquellos momentos.
Tres décadas después, es evidente que la transformación experimentada por la ciudad ha sido extraordinaria y que la consecución de la mayoría de los objetivos marcados entonces constituye gran parte del éxito. Bilbao es hoy una ciudad renovada, moderna, bien dotada y que posee una calidad de vida admirable. A este proceso de regeneración, el Museo ha contribuido de manera significativa como catalizador cultural y artístico, como dinamizador de la recuperación urbanística de Abandoibarra, como agente de desarrollo económico que ha coadyuvado a la recuperación de su estructura productiva siendo, a la vez, vector simbólico de proyección exterior y factor de vertebración social.
Escribir un artículo sobre el futuro en un momento de enorme incertidumbre y de máxima tensión geopolítica resulta francamente complejo. Además, el mundo a nuestro alrededor se mueve a gran velocidad y las ciudades más dinámicas compiten en una carrera frenética con una meta móvil que no tiene piedad con quienes se relajan. Por eso, creo que el futuro de Bilbao sólo será excepcional en la medida en que sigamos siendo ambiciosos, desde la confianza de que poseemos la determinación, la visión a largo plazo y el espíritu para asumir riesgos como los que estuvieron presentes hace treinta años y que nos han traído hasta el momento actual.
Me gustaría destacar tres ámbitos en los que considero que habría que incidir para que Bilbao continúe su singladura hacia adelante de manera brillante. El primero es la mejora de sus conexiones, sobre todo por vía aérea y ferroviaria, puesto que, en este aspecto, nuestras comunicaciones en términos comparativos con otras ciudades y áreas metropolitanas con las que competimos son peores que las que teníamos hace 30 años. El segundo de estos ejes sería contrarrestar la paulatina pérdida de centros de decisión económica, un proceso que afecta a nuestra competitividad y a nuestra capacidad de desarrollar proyectos de futuro y es por ello esencial para atraer y retener talento, un desafío aún más fundamental en un contexto como el nuestro con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. El tercero creo que debiera ser superar la prevalencia de una cultura social, cada vez más extendida, más centrada en la exigencia de derechos que en las responsabilidades y esfuerzos que estos conllevan y que, aun no siendo una condición exclusiva de nuestra sociedad y tener una carácter más cualitativo, resulta un factor tan crítico como los anteriores porque sólo desde el esfuerzo, el sacrificio y el trabajo se puede construir una sociedad que garantice de forma sostenible unas mayores cotas de bienestar y un futuro más próspero.
En cuanto al Museo, estoy seguro de que continuará siendo una pieza clave para la vida de la metrópolis y, de la misma forma que ha sido el catalizador de su proceso de transformación y un agente de desarrollo económico, de regeneración urbanística y de cambio social, seguirá desempeñando un papel destacado en el camino hacia el progreso e internacionalización de Bilbao mientras ambos se proyectan hacia el futuro. En este recorrido, nuestra actividad está ya adaptándose para dar respuesta a cuestiones que han adquirido una importancia creciente en la actualidad como son la sostenibilidad medioambiental y económica, la diversidad y la inclusión, el valor social del arte, o su importancia para el bienestar y la salud de las personas. O cómo aplicar la tecnología al mundo del arte y la cultura o entender las nuevas formas de ocio que demanda nuestra sociedad. Y son desafíos que pretendemos abordar desde valores fundamentales que han presidido nuestra trayectoria como son la resiliencia, la innovación, el respeto o la colaboración.
En este sentido, nuestro proyecto en la zona de Urdaibai se formula como un nuevo modelo de excelencia e innovación, un nuevo paradigma museístico concebido como una ampliación más cualitativa que cuantitativa, antítesis y complemento de la sede del Museo en Bilbao. Su funcionamiento se prevé que se articule sobre tres ejes fundamentales: el diálogo con la naturaleza, el paisaje y la creación artística; un énfasis en los procesos de cocreación y en la búsqueda de conexiones entre diferentes disciplinas creativas como el arte, la ciencia, la tecnología o la ecología; y, finalmente, un funcionamiento estacional configurando un espacio cambiante que se transforma y construye constantemente con distintos ritmos a lo largo del año. En definitiva, un lugar para la inspiración, el diálogo y la acción que propicie una experiencia lenta y sostenible plenamente integrada en la reserva de la biosfera.
Hoy, cuando se cumplen 30 años del inicio de dos proyectos que han cambiado el rumbo de nuestra historia, es inevitable que la satisfacción por el éxito en haber alcanzado objetivos que parecían lejanos nos lleve a la relajación, pero hay que evitar acomodarnos en la complacencia que reporta la curva de la felicidad y huir del riesgo de conformarnos con aspirar a vivir instalados en una aurea mediocritas por muy tentadora que pueda parecer a corto plazo. Mirar al futuro y anticiparnos a él tiene que seguir siendo nuestra responsabilidad prioritaria porque, como dijo Martin Luther King, el liderazgo auténtico no consiste en buscar consensos sino en forjarlos.
Juan Ignacio Vidarte
Director General del Museo Guggenheim Bilbao